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viernes, 24 de enero de 2025

El hombre que olvidó los charcos

 En este año sin estaciones,

los hombres han devorado la tarde.
Se acurrucan entre hologramas,
como lobos que lamen la piel de un sueño.

Dicen que ahora todo es mejor:
los árboles son algoritmos,
el amor cabe en un mensaje urgente,
y la luna, cansada de los cielos,
se proyecta en ventanas sin nombre.

Yo desde su misma niebla, los observo:
teclean y sonríen,
se acercan a nada con dedos temblorosos,
buscan en la pantalla un río
que nunca será húmedo,
que nunca será azul,
que nunca estará allí.

¿Qué será del hombre que amaba los charcos?
¿Qué será de los niños que jugaban en la calle,
que coleccionaban nubes y palabras torcidas?

Hoy las raíces son de humo y ciberplástico,
y yo,
tan solo un cuerpo que aún no se ha olvidado de su sombra,
rezo por encontrar una palabra
que no huela a ciberflor,
una palabra que pueda romper
las vitrinas del aire.

ciber, charcos ordenador



 

sábado, 11 de enero de 2025

Al filo de tu boca

Me embeleso en las letras del recuerdo,
desentraño su sabor de tiempo y niebla
en el envés fugaz de un instante bien escrito.
Esos abrazos que flotaron sobre ti son
ahora un hilo tenue que atraviesa el aire,
como el rastro de una palabra que no termina.

A veces, quebrábamos el mundo
nos desvivíamos en el filo de nuestras bocas,
y el deseo —ese animal furtivo—
se anidaba en mis entrañas
como si todo lo demás
fuera una versión pálida de la vida.

¿Qué será de nosotros, amor?
La noche dilata sus preguntas,
el tiempo transcurre como un huésped extraño,
y yo,
en esta penumbra que aún nos nombra,
te escribo para dejar de lado el olvido.


noche amor ventana poema








viernes, 3 de enero de 2025

ESTOY AQUÏ

 “Estoy aquí, mi amor, estoy aquí

velando tus naufragios en las noches

en que nadie responde, en las heladas

madrugadas vacías, en las tardes

de desesperación y de locura.

Pon en duda si quieres, que la Tierra

gire en el desdoblado precipicio

del espacio infinito alrededor

del sol, o que los astros sean fuego,

o que el amargo río de la vida

desemboque en la muerte. Pero nunca

dudes de que, en la fiebre del fracaso

o en la sed de la angustia, en el abismo

de la ansiedad y del desasosiego,

estoy aquí, amor mío, estoy aquí


Aunque tú no me veas ni me oigas”.


luis Alberto de Cuenca


fidelidad amor

Un hombre habla a una mujer de su fidelidad eterna.
Un poema muy serio, con una enorme solemnidad y emotividad, a pesar de que Cuenca maneja muy bien el tono festivo, se sumerge en este campo solemne. El poema se sitúa en la noche, observamos una serie de encabalgamientos y similicadencias. La fuerza del amor se compara con la fuerza de los astros, algo antiquísimo.
El último verso sella el poema de una forma magistral.



"El amor que es verdadero, que no se comparte, del que nadie sabe, ese es el amor más valioso del mundo".