Hay una cosa detrás de
las puertas
que se llama alivio.
Se cierran, se abren.
Entra y sale gente.
A mí aún no me toca.
Cada segundo de espera
se llama miedo.
Pero Yo no tengo temor en
los ojos.
Pregúntales a las sillas,
a las mesas
tan ordenadas y fijas.
No podrán decirte que me
sientan temblar.
—es siniestro —.
Quizá, yo no sea parte del
mobiliario.
Solo un eco empeñándose en
volver
sobre sus pasos.