Quién conoce la
dimensión precisa de una
palabra.
Sin miramientos acelera
los latidos del corazón.
Absurdez que nada
resuelve.
Frase condenada a
repetirse en tu cabeza.
La mentira y la culpa se
enarbolaban a tu
lengua
Ahora me cuentas…
Dime, para qué.
Robaste nuestros minutos
llenos de tiempo.
Ojos que acechaban,
imposibles de eludir.
Maldita sea la rabia que
escondes,
malditos tus insultos
hacia él.
Hoy me has dejado ver
tus fauces llenas de un
pretérito
nauseabundo.
Solo necesitaba
equivocarme a solas
Eran mis pasos y me
impediste caminar.
Aun así, la alegría no
se irá de mis ojos.
Las lágrimas están ya
lloradas.
Sonrío porque nunca
dejaré de quererle.
Eso no lo conseguiste,
papá.