Qué frugales caricias.
Te
voy nombrando despacio
sin
impedir que crezcas en mí.
El
día que precede a la noche
deja
los sueños en mi boca.
Qué
dulce paladar al abrir los ojos.
Qué
instantes mágicos. Eres mi memoria.
En
tus brazos cabe mi mundo.
¿Y
después?
Mi
alma errante y el silencio.
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