Estoy tranquila, me lo
digo, insisto en ello.
Así consecuentemente
pasan los días
bajo esa tranquilidad
aparente
que confunde el barandal
del sueño.
Nada existe más allá de
este instante.
El tic tac del reloj
golpea sin hacer ruido.
Nunca pudo ser.
Quizá nunca podrá ser.
El aliento se obstina
en esta hora sin nosotros,
en este silencio cosido a
mi garganta,
mientras ardes en mis
huesos
y, mi corazón se vuelve
un planeta insomne.