Nos dijimos todo en las horas torcidas,
cuando la ciudad se encogía y solo quedaban los pasos.
En la piel, la urgencia.
En la boca, la prisa de quien sabe que el tiempo muerde.
Éramos lo que nunca pensamos,
la risa que no se explica,
el latido presuroso,
y el goce de sentir
Hoy nos encontramos en mesas llenas,
en vidas ordenadas
como ropa recién doblada.
Nos sabemos de memoria
pero el roce es imaginario.
A veces, en la pausa de una conversación,
en el destiempo de un semáforo,
me pregunto si recuerdas…
Porque aun al verte,
me tiemblan los labios.
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