Si el tiempo me concediera un regreso,
no pediría otra vida,
solo el instante en que tu mirada
me reconoció sin buscarme.
Volvería a cruzar ese umbral,
al lugar donde el silencio
pronunció nuestros nombres.
Hay presencias que no terminan,
solo se esconden detrás del aire.
Caminaría de nuevo entre las horas grises,
esperando el temblor de tu voz
como quien aguarda la lluvia.
Y si el mundo se desordena,
si la memoria decide olvidarte,
seguiré mirando hacia donde todo vuelve:
esa línea invisible
que une tus manos y mi destino.
Porque algunos amores
no entienden de principio ni de fin;
solo respiran en lo eterno,
tan certeros como la luz
que aún tiembla
después del relámpago.
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