En el lecho
mortal yace la vida,
desnuda de pudor y de esperanza,
del cuerpo que, en lujuria, se abalanza,
queda la sombra fría, ya perdida.
La carne que
en deseo se encendía,
pronto se apaga en tumba descompuesta,
y el beso que al placer se daba en fiesta
es suspiro final que se moría.
¡Oh, qué burla
fatal! Fuego engañoso,
que arde en los cuerpos que la muerte espera
trocando el gozo en polvo silencioso.
Pues nada es
más eterno que el abismo,
donde yace, en su lecho, la quimera
de vida y muerte, siempre en el mismo ritmo.
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