No te veo, es cierto.
Estás lejos —también es cierto—.
Al mismo tiempo, una gran mentira.
Yo sé que tú sabes
que tu mirada está aquí cada mañana.
Sabes apagar mi ruido,
encender mi día con tu sonrisa.
Estamos donde nadie nos toca:
en la profundidad del pensamiento,
en las yemas de los dedos
donde llevo tatuada tu piel.
En la comisura de tus labios,
al límite.
Tu abrazo no es sueño: es Tantra.
No nos decimos nada. ¿Para qué?
Los dos nos sabemos: estamos ahí.
Poca gente lo entendería. Nosotros sí.
Porque con solo mirarnos, nos adivinamos.
Nos sabemos frente a frente.
Nos sabemos en la distancia.
Y nos sabremos eternamente.

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