La ciudad es un esqueleto.
Ataúdes colgados a las espaldas de los fanáticos,
con los cuerpos aún dentro.
Muchos de los «vivos» azotan la libertad
con el látigo de los incrédulos.
Tienen miedo a morir,
sin saber que ya están muertos.
No me atrevo a nadar.
La mierda va saliendo a flote:
no aguanta estar entre rejas
bajo los embalses.
Pestilencia.
Vamos ardiendo a fracaso.
Los televisores engullen gente:
hambre de pandemias.
El cielo, frío, arriba.
Corro.

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