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domingo, 20 de enero de 2019

FRENTE AL ESPEJO

Todavía no comprendo cómo he logrado sobrevivir a este holocausto. Las calles están plagadas de cadáveres. A veces me pregunto cuánto tarda un cuerpo en descomponerse. Lo digo porque el olor en algunas zonas de la ciudad ya es insoportable, nauseabundo. Por suerte, vivo algo apartada del centro urbano.

Salgo muy poco. Solo lo necesario, para abastecerme de productos básicos. He llenado el sótano con provisiones suficientes para al menos un par de años. Siempre he sido poco comunicativa. Amo la soledad, y ahora comprendo que ella también me ama a mí. Me ha hecho su elegida. Me ha dejado sola en este mundo.

Durante los primeros días, busqué con desesperación a algún otro superviviente. Fue inútil. No hay nadie ahí fuera. Tal vez sea un castigo. Sí, debe de serlo. Una fuerza superior ha barrido a la humanidad, y me ha dejado aquí, como único vestigio. ¿Por qué?

Ya no hay miradas que me admiren, solo ojos vacíos, inertes. Se acabó el juego de cautivar con mi belleza. Ya no hay placer en ver morir a esos hombres que fingían ternura, pero solo deseaban poseerme. Todo terminó. Y ahora, debo aceptar con humildad que la única que queda por seducir soy yo misma.

¿Quién mejor que yo para amarme?

Ha llegado el momento. La situación no deja otra opción.
Me miro al espejo.
¿Seré capaz?





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