No hubo fecha,
ni promesa,
ni un rincón marcado con iniciales.
Solo un temblor en el pecho,
una herida que respira.
Lo invisible sosteniendo mi cuerpo.
Éramos lo que no debía ser.
El error,
el secreto,
la grieta.
Nos reuníamos en la sombra.
Nos tocábamos con palabras rotas,
con miradas al borde del acantilado.
Tú eras mi hambre.
Yo, tu refugio sin nombre.
Un cuerpo guardado en otro cuerpo.
Un destello que nadie miraba.
Los amores así no necesitan testigos.
No dejan pruebas,
ni cartas,
ni anillos.
Solo la memoria ardiendo,
el silencio tatuado en la piel,
la certeza de lo imposible.
Nadie sabrá nunca
cuántas veces pronuncié tu nombre
en un idioma inventado.
Nadie escuchó mi respiración
cuando tu ausencia pesaba como hierro.
Dicen que no existimos.
Que todo es invención.
Pero yo llevo tu calor dentro,
y tu silencio se aferra a mis huesos.
No necesito demostrar nada.
Lo imposible
no pide testigos.
Arde en secreto,
y basta.
Éramos la otra cara del mundo.
La canción sin voz.
La carta que no llega.
El beso que se esconde en la mano.
Éramos lo que nadie se atreve a nombrar.
Lo que no tiene ley.
Lo que no tiene permiso.
Y por eso dolía.
Y por eso era verdad.
¿Quién puede borrar lo que nunca ocurrió?
¿Quién puede negar
el incendio de un cuerpo
cuando otro cuerpo lo atraviesa?
No hubo juramentos.
Ni promesas.
Ni siquiera futuro.
Solo el instante
mordiéndonos la boca.
Solo la certeza
de estar viviendo fuera del mundo.
A veces creo que lo inventé.
Que nunca estuviste.
Que fui yo sola,
tocando un vacío con tu forma.
Pero basta cerrar los ojos
para que vuelvas.
Basta respirar
para que tu voz regrese.
Basta escribir
para que el papel se incendie contigo.
Por eso escribo:
para gritarle al vacío,
para que el poema sea la prueba
de lo que el mundo niega.
Porque estos amores,
los que no se nombran,
viven más allá del tiempo.
Se alimentan del silencio.
Se esconden en la memoria del cuerpo.
Cuando cierro los ojos
todavía siento tu respiración.
Cuando camino,
tu sombra camina conmigo.
No tenemos fecha.
Y, sin embargo,
aquí estamos:
latido,
cicatriz,
verdad.
No aparecemos en los álbumes.
No tenemos promesas.
No nos pertenece el futuro.
Pero fuimos.
Somos.
Seguimos siendo.
Un murmullo en la garganta.
Un golpe en el pecho.
Una herida luminosa.
El amor que no se nombra.
El que no muere.
El que respira en estas palabras.