¿Qué hacemos con este amor
que no cabe en las calles
ni en las camas
ni en la vida reglamentaria
que nos vigila desde las ventanas?
Tú no vienes.
Yo no voy.
Y aun así algo nuestro
sigue respirando en la esquina,
fumándose el silencio
como un cigarro torcido
que no se apaga.
Hay noches en que tu nombre
me pasa rozando
como un tren que no para,
dejando en el aire
el ruido exacto de lo imposible.
Me pregunto qué hacer
con este animal que late en secreto,
que no pide futuro
pero muerde.
Que no exige nada
pero arde en el bolsillo
como una moneda prohibida.
Tal vez lo único
sea dejarlo sentado entre nosotros,
que mire el mundo romperse
sin intentar salvarlo,
que aprenda a existir
sin tocar nada,
sin pedir nada,
sin desaparecer.
¿Qué hacemos con este amor?
No lo sé.
A lo mejor solo dejarlo vivo,
pero quieto,
como una bala sin disparar
que nos recuerda
que algo sigue latiendo.

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