Callé tu nombre, pero el alma mía
lo dijo por los poros, sin consuelo,
y el aire se me heló de tanto anhelo
a pesar de fingir pura alegría.
Tu voz aún me late en lejanía,
me quema la memoria como un celo,
y aunque la vida siga por mi duelo,
tú sigues en mi carne cada día.
No sé si tú me sueñas o me huyes,
si guardas de este amor la despedida,
o si también de noche te destruyes.
Mas sé que fui verdad, no solo herida,
y aunque en tu paz mis pasos no concluyes,
me dueles tanto… hasta la propia vida.
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