Yo, y todas las mujeres que me habitan,
no han sido suficientes
para hacer que me quedara a tu lado.
Mientras una te buscaba,
la otra te huía.
Mientras una necesitaba meditarte,
la otra, ya lo tenía todo pensado.
Sé que me miras al otro lado del espejo,
y quizás me llores como nunca supiste.
Hoy, yo soy aquella Penélope que se
desteje ante las lágrimas de Ulises,
y conserva aún la llama de la inmensa
inteligencia del
deseo.
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