Vive con una jaula plegable.
Al amanecer
cuelga un corazón húmedo
en los barrotes invisibles.
La sospecha anida en las bisagras,
el silencio gotea
sobre un suelo de mapas borrosos.
Desde otra orilla,
una voz se conmueve
y se niega a custodiar ternuras cautivas.
El aire abre caminos,
las estrellas rechazan candados,
los lápices dibujan rutas
que nadie ve.
La cartografía del escape
se escribe con alambres eléctricos:
un hilo secreto
suspende la jaula en el cielo.
Y el cometa —
necio, luminoso—
se niega a aterrizar.
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